la vida tiene un número 135
Centro de Asistencia al Suicida
Organización No Gubernamental
Evolución Institucional del Centro de Asistencia al Suicida-Buenos Aires: Más de 50 años formando una institución
donde funcionó por primera vez el Centro de Asistencia al Suicida entre los años 1967 y 1970
La Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires reconoce los 50 años cuidando la vida del Centro de Asistencia al Suicida
Logo antiguo del Centro de Asistencia al Suicida (Vigente en 2009). Los números de teléfono también cambiaron.
donde funcionó por primera vez el Centro de Asistencia al Suicida entre los años 1967 y 1970
Toda organización se rige por un conjunto de pautas, algunas escritas pero en su gran mayoría tácitas, que indican cómo se hacen las cosas. Esta cultura interna es lo que guía el trabajo de sus miembros con el fin de transformar los recursos en resultados y así cumplir con los objetivos de la organización, pero además genera el marco necesario para cohesionar a los miembros, resolver conflictos y promover la permanencia de la organización en el tiempo.
Cuando una organización nueva comienza su vida recibe esta cultura de una organización mayor a la que pertenece, de la institución a la que representa o de la experiencia personal de sus miembros fundadores en otras organizaciones similares. La presencia de un líder carismático suele ser muy importante para que este trasvasamiento cultural sea exitoso.
Pero, ¿qué sucedería si la organización fuera completamente nueva, si no pudiera apelarse a una organización contenedora ni a una institución madre ni a la experiencia de sus miembros en organizaciones similares? Esto es lo que ocurrió con el Centro de Asistencia al Suicida a partir de 1966, y del éxito improbable de una organización así es de lo que trata esta historia.
La idea
Una organización como la que mencionamos, que genere sus propias pautas institucionales prácticamente desde cero tiene que comenzar con una idea, y para que surja la idea de formar una organización de este tipo debe presentarse un problema de tal índole que no lo pueda resolver una sola persona y que tampoco lo resuelvan satisfactoriamente las instituciones existentes. Y además debe haber una o unas pocas personas preocupadas por resolver ese problema, y con la suficiente iniciativa, audacia y energía para intentar lo que nunca nadie intentó antes.
No tenemos datos fiables sobre cuál fue la incidencia del problema del suicidio en Argentina en la década de los ’60, pero podemos imaginar que ya era lo suficientemente grave como para que algunos, al menos los médicos que atendían las urgencias en los servicios de toxicología o en las unidades psiquiátricas, tomaran consciencia de la gravedad del problema. En virtud de esta preocupación, los doctores Emilio Astolfi (toxicólogo) y Alfredo Gazzano (psiquiatra), se propusieron fundar un centro de asistencia al suicida en Buenos Aires (Argentina) tomando como única referencia instituciones similares que ya existían en Europa y Estados Unidos, su propia experiencia profesional y los movimientos o teorías vigentes sobre salud mental.
Los objetivos
El Centro de Asistencia al Suicida que ellos organizaron era muy diferente al que conocemos hoy. Las ideas de Astolfi y Gazzano eran ciertamente originales, pero nada puede ser completamente nuevo. Como dijimos tomaron como ejemplo instituciones que ya se ocupaban de la asistencia al suicida en otros países, especialmente en Estados Unidos, pero también las instituciones que ellos más conocían: el Hospital y la Universidad. Veremos cómo de las culturas de trabajo de estas instituciones aplicadas a la tarea específica de la prevención del suicidio, a las que se suman las innovaciones propuestas por el movimiento de psiquiatría comunitaria y la teoría de grupos operativos, se va conformando el Centro de Asistencia al Suicida Buenos Aires.
Los objetivos declarados de la nueva asociación, según el acta constitutiva del 8 de setiembre de 1966 y que también se repiten casi sin variación en las sucesivas versiones del estatuto son:
a) Promover la mejor asistencia al suicida
b) Investigar los fenómenos etiológicos, ecológicos, psicológicos y sociológicos del suicida.
c) Promover el mejoramiento y/o eliminación de las causas originales del suicidio, la rehabilitación del suicida y la especialización en esta nueva materia.
Nos ocuparemos en detalle de cada uno de ellos y su evolución conceptual. De hecho, estos tres objetivos básicos se siguen manteniendo en la actualidad, pero ¿qué interpretación o alcance le dieron los fundadores?, ¿son las mismas que damos hoy? Especialmente en cuanto al primer objetivo, que fue sin duda, y lo sigue siendo, el que más atención recibe y el que le da nombre a la institución. La asistencia al suicida no significa lo mismo para nosotros que lo que significaba para nuestros fundadores.
¿Cómo se entendía la asistencia al suicida?
La asistencia al suicida tal como la entendemos hoy en el centro es casi exclusivamente telefónica, y podemos agregar que es gratuita, anónima y confidencial. ¿Pero cómo se entendía en los orígenes de nuestra institución? El texto de la invitación a la inauguración de la flamante organización que se celebró en la Universidad del Salvador el día 9 de Junio de 1967 (fecha que se considera como día fundacional del Centro de Asistencia al Suicida), puede arrojar algo de luz sobre esta cuestión.
“El centro [de Asistencia al Suicida] atenderá gratuitamente las consultas sobre tentativas suicidas proveyendo asistencia toxicológica de urgencia y de inmediato asistencia psiquiátrica especializada durante las primeras 24 horas de recuperación del enfermo y su posterior orientación”
La asistencia telefónica al suicida que hoy es la actividad principal de nuestra organización, no se menciona como función del centro. El tipo de asistencia que se describe recuerda más a la de tipo hospitalario. No olvidemos que el Centro de Asistencia al Suicida comienza sus actividades dentro de un hospital (El viejo hospital de Clínicas) y que sus ideólogos eran médicos acostumbrados a la dinámica hospitalaria, que seguramente atendieron previamente casos de intento de suicidio dentro de la estructura hospitalaria, por lo que no es de extrañar que a la hora de buscar una solución al problema de cómo asistir a un suicida pensaran como primera instancia en mejorar lo que había.
El término “mejor” referido a la asistencia al suicida que se empleó en la redacción del primer objetivo del centro parece referirse a esta cuestión. De hecho, la asistencia al suicida ya tenía en los ’60 una respuesta desde la salud pública, como también la tiene ahora, pero es imaginable que esta respuesta era insuficiente, como lo sigue siendo en la actualidad. La idea fundacional del Centro de Asistencia al Suicida no fue hacer algo que no se hubiera hecho antes, sino hacerlo mejor. En este sentido, las propuestas de Astolfi y Gazzano incluyeron, además de la asistencia médica primaria, una asistencia psiquiátrica inmediata, el control durante las primeras 72 horas y el seguimiento posterior, criterios que ahora resultan corrientes en la asistencia hospitalaria de casos de intento de suicidio.
La idea de contar con un staff propio de médicos y psiquiatras que realizaran una asistencia terapéutica a los pacientes que hubieran realizado intentos de suicidio, prosiguió al menos hasta el año 1972. Los problemas para sostener esta iniciativa pudieron haber sido varios: En primera instancia el costo de un servicio así. Desde el principio se pensó, que el personal profesional que se dedicara específicamente a la tarea terapéutica debía ser rentado como lo explican Gazzano y Hornstein en una presentación de 1968:
“Nos hemos convencido a través de nuestra experiencia y acordes con lo postulado por quienes trabajan en psiquiatría comunitaria en otros países, que quienes ejercen funciones terapéuticas deben ser remunerados también en pesos. Lo exige así la necesidad de mantener estables cuadros de profesionales cuya formación en la tarea específica es costosa, y de quienes se necesita cierta permanencia.”
El tiempo mostraría que recaudar fondos para sostener este servicio no sería sencillo, a pesar de los esfuerzos que, nos consta, realizaba la comisión directiva de entonces en este sentido, como así lo muestra un plan de recursos del mismo año.
El otro problema fue sin duda el carecer de una sede propia donde prestar este servicio. Como dijimos el Centro de Asistencia al Suicida comenzó sus actividades en espacios prestados por el viejo Hospital de Clínicas dependiente de la Universidad de Buenos Aires, pero ya para 1970 se trasladó al Centro de Salud Mental Nº1 en Núñez dependiente de la Ciudad de Buenos Aires. Como nos muestra un documento de la época, para el momento de la Integración con el Centro de Salud Mental, la asistencia médica psiquiátrica seguía siendo una aspiración. En una descripción del centro que se escribió en ese mismo año solo se menciona la asistencia telefónica.
“[El Centro de Asistencia al Suicida] está integrado por el Dr. Gazzano y las licenciadas Graciela Siciliano e Inés Rotmiler, con un grupo de treinta voluntarios que son especialmente entrenados y capacitados para desempeñar la tarea telefónica.”
Sin embargo, el hecho de no poder brindar una asistencia directa de tipo médico o psicoterapéutica siguió viéndose como una carencia por varios años más, y así lo indica un documento sobre el rol del voluntario de 1973:
“Hemos debido restringir el horario de 24 hs. así como la atención por parte de un equipo de psicoterapeutas durante las primeras 72 hs. posteriores al intento debido a la falta de recursos, hábitat y personal especializado. Confiamos en que podremos recuperar ese nivel perdido.”
Por lo que sabemos, esta aspiración de realizar asistencia terapéutica de tipo hospitalario y un posterior seguimiento a los consultantes que manifestaran haber tenido intentos de suicidio se fue alejando, en parte debido a las dificultades fácticas para llevarla a cabo y en parte porque la provisión de servicios de salud mental en hospitales públicos y clínicas privadas se hizo más frecuente, y no así las líneas telefónicas de asistencia primaria a personas con crisis emocionales especializadas en suicidio (suicide hotline), de las que el Centro de Asistencia al Suicida sigue siendo la única en la ciudad de Buenos Aires.
La asistencia telefónica al suicida
Sin embargo, y aunque seguramente no tenía la centralidad que hoy tiene, la asistencia telefónica al suicida ya estuvo presente desde los primeros tiempos y así se aclara en un folleto que explica el funcionamiento del Centro de Asistencia al Suicida de 1968. A este tipo de asistencia se lo llamaba “Nivel profiláctico, asistencial telefónico” para diferenciarlo del “Nivel de asistencia médico psicoterápica” al que nos referimos antes.
El doble anonimato, que hoy sigue siendo una pauta central para la asistencia telefónica ya estaba presente según se indica en el documento, por lo demás pareciera que el objetivo principal de este nivel asistencial era la evaluación del riesgo suicida y la derivación de los casos más graves al siguiente nivel asistencial. Sin embargo las primeras experiencias deben haber mostrado un potencial insospechado del servicio de asistencia telefónica a personas en crisis a cargo de voluntarios no profesionales. Como lo manifiesta Alfredo Gazzano y Luis Hornstein en una presentación de ese mismo año.
“Actualmente se considera que el trabajo con voluntarios tiene alcances insospechados, como el que nos ocupa acá, el trabajo directo con personas en crisis, las cuales la mayor parte de las veces necesitan, tanto como la ayuda psiquiátrica especializada, un contacto humano dado por quién está en condiciones y deseoso de darlo”
Los primeros dos años de asistencia telefónica a personas en crisis o con ideación suicida debieron haber sido muy enriquecedores como experiencia a fin de ensayar y evaluar pautas, estrategias y modalidades, como así lo reconocían Gazzano y Hornstein en su presentación de 1968.
“Nuestros esquemas referenciales son las distintas organizaciones que en otros países están trabajando desde hace varios años en esta tarea, pero consideramos que nuestra técnica actual tiene calidad autóctona, pues el campo operacional diferente nos ha hecho corregir el enfoque teórico primitivo, que ya de por sí correspondía a aspectos tomados selectivamente de varios modelos extranjeros.”
Este aprendizaje se verificó y se profundizó en los años siguientes, y hoy el servicio de asistencia telefónica a personas en crisis o con riesgo de suicidio es, sin duda la actividad central de nuestra institución, y sus alcances y objetivos son mucho más amplios que los que parecen haber tenido en un principio.
En la actualidad, la asistencia telefónica es básicamente una interacción humana con voluntarios no profesionales que reciben un entrenamiento en la tarea, en los principios de la escucha activa y en la problemática del suicidio. No pretende, como nunca lo pretendió, fines terapéuticos, pero es mucho más que brindar escucha y contención. Buscamos que el consultante pueda reflexionar durante el llamado sobre su historia, su situación, sus recursos, sus sentimientos y pueda encontrar, con la guía del voluntario, alternativas válidas para su futuro, que pueden incluir el inicio de una terapia, un cambio de actitud o un cambio en la forma de ver sus propios problemas, etc. No intentamos “convencer” a los consultantes para que abandonen sus pensamientos suicidas, más bien mostramos alternativas y los alentamos a seguirlas, siempre en un ámbito de respeto por la dignidad y la libertad del consultante.
El anonimato
La confidencialidad y el anonimato se consideraron condiciones esenciales en la asistencia telefónica a personas en crisis o con riesgo de suicidio desde que el Centro de Asistencia al Suicida comenzó a operar en 1967. La primera, ya era práctica frecuente en todo tipo de trabajo asistencial y está instaurada en lo que se conoce como “secreto profesional”. En cambio el anonimato era un concepto novedoso por lo que necesitó su propio desarrollo. En la presentación de Gazzano y Hornstein sobre el rol del voluntario de 1968 se explica este criterio tal como se entendía entonces:
“Nuestro nivel de voluntarios telefónicos trabajan manteniendo doble anonimato, el del que llama y el del que escucha. Esto es un detalle de técnica importantísimo, pues se trata de asistir a personas en estado de crisis vital; generalmente personas en situación depresiva, angustiadas y con sensación de soledad y/o abandono. Pensamos por tanto que encuentren dispuestos a muchos amigos que a uno solo individualizado.”
El argumento parece hoy al menos endeble. Pero más adelante se aducen razones más técnicas:
“las ventajas [del anonimato] son múltiples, y sobre todo, el manejo especial que se logra de esta manera de la transferencia del que llama, establece definitivamente el límite entre la asistencia preventiva y el campo de la terapéutica”
Aquí vemos también la preocupación de en los primeros tiempos por diferenciar la asistencia telefónica de la terapia, lo cual debió haber requerido de mucho trabajo de organización considerando que en la misma institución se pretendía realizar tareas terapéuticas las cuales, por supuesto, no podrían ser anónimas y también asistencia telefónica anónima. El límite entre ambos momentos se estableció precisamente en el anonimato.
El criterio del anonimato, que en realidad, y como se dijo, se trata de un doble anonimato (del consultante y del voluntario) se ha ido afianzando con la experiencia ya que con el tiempo se pudieron reconocer más ventajas. Las principales son:
En el anonimato del consultante en realidad no es absoluto ya que se le pregunta el nombre de pila para usarlo en el llamado como una forma establecer un vínculo y, por supuesto, se le pregunta por su historia, sus pensamientos y sus sentimientos evitando o ignorando los datos filiatorios o que pudieran aportar información sobre la identidad del que llama. Su principal ventaja es actuar como reaseguro de la confidencialidad. Sabemos que los pensamientos sobre el suicidio son estigmatizados en nuestra sociedad y por lo tanto generan pudor o vergüenza en quien los confiesa, como así también la angustia crónica o profunda; el consultante también puede sentir vergüenza por ciertos hechos, pensamientos o sentimientos que lo perturban. Queremos lograr en la llamada un espacio absolutamente confidencial donde el consultante se sienta seguro y libre de contar todo aquello que le resulta perturbador.
El anonimato del voluntario es aún más estricto y su principal objeto es el de darle centralidad al consultante, y lo que le pasa, evitando en lo posible que se identifique con aspectos del voluntario que lo asiste. La asistencia anónima demostró ser muy efectiva en la rápida construcción de un vínculo de confianza mutua suficientemente sólido entre el voluntario y el consultante. Es difícil encontrar otra interacción humana en que momentos de tanta intimidad y de tanta carga emocional se produzcan en tan poco tiempo.
Las reuniones del equipo de voluntarios telefónicos
Según consta en la presentación de Gazzano y Hornstein, las reuniones semanales de voluntarios también se hicieron desde los primeros tiempos y, al parecer, su principal objeto era brindar contención y apoyo emocional a los voluntarios telefónicos:
“El que atiende actúa el rol de depositario de todo aquello que el que llama no puede continuar haciéndose cargo, y es por tanto imprescindible que alguien se haga a su vez cargo de lo que el voluntario, en su tarea, recoge…En el Centro de Asistencia al Suicida, esto se encara bajo la forma de reuniones de todo el grupo de voluntarios una vez por semana, co-coordinados con técnica de grupo operativo.”
Estas reuniones de voluntarios (hoy llamadas supervisiones) se realizaron durante toda la historia del Centro de Asistencia al Suicida, y demostraron servir, no solo como receptáculo o contención de la angustia que el voluntario pudiera recibir en la realización de su tarea, sino, y principalmente, como grupo de investigación y aprendizaje, que sirvió a los voluntarios para incorporar estrategias en el manejo de situaciones y unificar criterios, y a la institución para acumular y difundir una experiencia que a su vez se transmite a los nuevos aspirantes mediante los cursos de entrenamiento.
La selección y formación de voluntarios
Ya hablamos de las reuniones semanales de voluntarios y de la importancia que tuvieron desde el principio para perfilar las características de una tarea totalmente nueva en nuestro país, tal como era la asistencia telefónica a personas en crisis o con ideación suicida. Imaginamos que estas eran reuniones de aprendizaje tanto para los voluntarios como para la propia institución, como de alguna manera lo siguen siendo nuestras supervisiones actuales, pero tanto más importantes habrán sido en su momento ya que voluntarios e institución estaban inventando cómo hacer lo que nunca se había hecho antes.
De hecho, por lo que se explica en una presentación de los doctores Gazzano y Hornstein de 1968, los primeros voluntarios se incorporaron con una formación mínima y con un criterio de selección que se iba perfilando sobre la marcha. Algunos párrafos de este documento nos pueden mostrar la incertidumbre de esos momentos iniciales:
“Cuando el Centro de Asistencia al Suicida comenzó su actividad el 8 de junio de 1967, la solicitud de voluntarios para el momento preventivo a nivel telefónico fue la aparición en varios periódicos de solicitud de voluntarios desde una semana antes.”
“Nos enfrentamos entonces a un grupo de [32] personas que respondían a nuestro llamado sin que conociéramos ni la capacidad ni qué los motivaba…Como única contraindicación para pertenecer al grupo era el haber tenido un auto-intento de eliminación.”
“Estas sesiones, las cuales se prolongaron durante un mes, trajeron como resultado la autodepuración del grupo de sus componentes cuyas expectativas no coincidían con la tarea ofrecida.”
Estas primeras experiencias sirvieron como base para establecer criterios más estables, como también lo señalan Gazzano y Hornstein.
“…el continuo ingreso de nuevos voluntarios para cubrir vacantes, nos hizo pensar en abandonar esta técnica experimental de selección por la selección previa de candidatos con un curso formativo a posteriori de la misma”
“Los candidatos eran entrevistados primero por un médico psiquiatra. Si este lo aprobaba se le tomaba una batería de test psicológicos, y en el caso de considerarlo apto, ingresaba al curso formativo, para una vez cursado hacerse cargo de la tarea, dejándose el completar su formación mediante su participación en las sesiones semanales.”
Los criterios, tanto en la selección como en la formación de los voluntarios siguieron cambiando con el tiempo y probablemente lo sigan haciendo. Curiosamente, en la actualidad se volvió en algunos aspectos al primitivo sistema “experimental”. Si bien hay una evaluación previa, casi nunca es excluyente. Creemos en que las condiciones más importantes para ser voluntario son la vocación y el compromiso con la tarea humanitaria que desarrollamos, y que las habilidades de comunicación siempre se pueden aprender. Como resulta difícil, tanto para los equipos de admisión y entrenamiento como para el propio aspirante distinguir entre el entusiasmo inicial y el verdadero compromiso, así como también saber si la tarea propuesta satisface las expectativas del aspirante, o si en la práctica el aspirante está dispuesto a aceptar las pautas de la institución, preferimos dejar que el tiempo aclare estas cuestiones. Esto en la práctica significa volver al sistema de autodepuración inicial, solo que este proceso ya no es de un mes sino de todo un año que es lo que dura aproximadamente el curso para aspirantes a voluntarios telefónicos.
La separación discrecional de algunos aspirantes hoy en día nos parece no solo discriminatoria sino también ineficiente, ya que la experiencia nos demuestra que con dedicación y compromiso durante el curso formativo pueden mejorarse notablemente las habilidades de comunicación y superar otras dificultades personales para el ejercicio de la tarea.
Ni siquiera un intento de suicidio previo, que fue al principio considerado como una contraindicación fundamental para la tarea es hoy un impedimento. Este criterio partía de una concepción estática de la personalidad, en especial en lo referente a las conductas suicidas. Hoy en día sabemos que el riesgo de suicidio nos comprende a todos y que la recuperación es posible, por lo que el hecho de haber sufrido un intento de suicidio en el pasado no hace que una persona quede impedida de por vida de realizar cualquier tarea, incluso la asistencia a suicidas, siempre y cuando haya completado adecuadamente su proceso de recuperación.
Psiquiatría comunitaria
La psiquiatría comunitaria es un movimiento de salud mental que se inició en la década de los años ’50 y propone la integración de los enfermos mentales a sus comunidades. Según sus postulados centrales, los individuos comunes que conforman la comunidad pueden jugar un papel activo en el cuidado y la recuperación de sus vecinos, familiares compañeros o amigos afectados por trastornos mentales. Esta corriente sirvió de marco teórico y tal vez de inspiración para la formación del Centro de Asistencia al Suicida en Buenos Aires. En palabras de Gazzano y Hornstein, expresadas en una presentación de 1968 sobre el rol del voluntario:
“Estamos asistiendo en estos momentos a lo que se ha dado en llamar la tercera revolución psiquiátrica, o en otros términos, psiquiatría comunitaria”
Recordemos que la primera revolución psiquiátrica fue la aparición de los hospitales de salud mental en el siglo XV y la segunda fue el inicio del estudio científico de las enfermedades mentales en el siglo XVIII, lo cual habla de la importancia que le daban los primeros profesionales de salud mental del Centro de Asistencia al Suicida al movimiento de psiquiatría comunitaria. Y el motivo de este grado de consideración lo explican ellos mismos:
“Uno de los principios básicos de este enfoque de la psiquiatría, es el énfasis puesto en la comprensión de las causas de los trastornos mentales a los factores socio-económico-culturales, y lo que es más importante, la utilización de dichos factores para mantener la salud mental de la comunidad.”
“Esto a traído una modificación fundamental en la utilización de las personas que componen la comunidad en el cuidado de su propia salud mental, y uno de los ejemplos más destacados es la evolución del concepto de las funciones del personal voluntario.”
El legado de la psiquiatría comunitaria sin duda marcó el carácter de nuestra institución, porque de eso se trata, de una persona asistiendo a otra persona en el tránsito de una crisis emocional, vinculadas ambas en un contacto muy humano, despojado de todo concepto teórico, que no reemplaza la ayuda profesional, pero que también es necesario.
Hoy encontramos el sello de la psiquiatría comunitaria no solo en la asistencia telefónica a personas en crisis o con ideación suicida realizada por voluntarios no profesionales, sino también en otras actividades desarrolladas por el Centro de Asistencia al Suicida como el asesoramiento a instituciones para entrenar a sus miembros no profesionales de salud mental para la prevención del suicidio en su ámbito de influencia y la difusión en medios de comunicación e Internet de las pautas básicas de la prevención del suicidio y la asistencia al suicida para que cada integrante de la comunidad esté en condiciones de ejercer una influencia positiva en la salud mental de sí mismo, de sus familiares, amigos, allegados y de toda la comunidad.
La técnica de grupo operativo
El grupo operativo es una técnica de intervención grupal con fines terapéuticos o de aprendizaje basada en el psicoanálisis que desarrolló en Argentina entre los años 1942 y 1958 el psicoanalista de origen suizo Enrique Pichon Riviere. Esta técnica reconoce aspectos explícitos o manifiestos tanto como aspectos latentes en la dinámica grupal.
El papel del coordinador, según lo explica el mismo Pichon Riviere es “crear, mantener y fomentar la comunicación”, en lugar de dirigir la actividad de los miembros como podría esperarse en un esquema tradicional. El coordinador cumple entonces frente al grupo una función análoga al del psicoanalista frente al analizado ya que se corre del papel de jefe dándole centralidad al grupo y realizando intervenciones solo para facilitar la ejecución de la tarea develando los aspectos latentes que actúan como obstáculos para tal fin.
Este cambio de paradigma en las funciones y postura de un coordinador respecto del grupo o la comunidad en que interviene ejerció una influencia decisiva en el desarrollo de las ciencias sociales en América Latina, como ejemplo podemos mencionar la pedagogía de Paulo Freire que se opone a la concepción tradicional de la educación caracterizada por la posición pasiva del educando proponiendo un rol protagónico desplazando al educador a una posición de facilitador que respeta los saberes previos y los intereses de sus alumnos.
Alfredo Gazzano era conocedor de estos movimientos y de las técnicas de grupo operativo que aplicaba en todas las circunstancias en que era posible, ya sea en grupos terapéuticos o en grupos de aprendizaje. Y nos consta esto por los muchos escritos en que se menciona la aplicación de estas técnicas, en la pre-selección de aspirantes, en los cursos de entrenamiento, en las reuniones semanales de voluntarios y, sin duda, en otras ocasiones.
Este concepto de “dar centralidad al otro” como forma de intervenir, aún se mantiene en todas las reuniones del Centro de Asistencia al Suicida, e incluso, podría decirse que es la base filosófica de la asistencia telefónica a personas en crisis o con ideación suicida, donde la función del voluntario no es dar recomendaciones en el sentido de “decir lo que hay que hacer” sino más bien la de escuchar y acompañar al consultante para que él mismo descubra sus alternativas de vida, interviniendo solo para develar y hacer manifiestos los aspectos que el consultante no puede ver en su propio discurso y que obstaculizan su tarea en la búsqueda de alternativas de vida.
La organización institucional
El Centro de Asistencia al Suicida es previo a su organización formal como asociación civil. Sus fundadores Gazzano y Astolfi fueron los que dictaron las pautas iniciales para su funcionamiento. Al parecer, la Asociación Civil, con su Comisión Directiva aparece luego por la necesidad de obtener la Personería Jurídica, llevar a cabo la administración y recaudar fondos. Todo indicaría que, al menos en los primeros tiempos existía simultáneamente un organigrama formal, encabezado por la Comisión Directiva y un organigrama informal o real en el que la Comisión Directiva tenía un papel de segunda línea y la conducción estaba a cargo de los doctores Gazzano y Astolfi .
Este doble organigrama queda claramente expresado en la invitación al acto inaugural de 1967 en la que Gazzano y Astolfi se presentan como Directores. Los cargos de Directores se mencionan en el primer estatuto del Centro de Asistencia al Suicida de 1967, donde también se describen sus funciones y atribuciones pero, por supuesto, su autoridad no puede estar formalmente por encima de la Comisión Directiva. En la descripción de la institución y organigrama que se presenta al año siguiente, en la que primero se menciona a la Comisión Directiva como integrante de una de las áreas de la organización, pero luego en el gráfico se la pone arriba para cumplir con la legalidad se pone en evidencia este doble organigrama.
Es llamativo que ni Gazzano ni Astolfi ocuparan ningún cargo en la Comisión Directiva de los primeros tiempos, al parecer había un pacto tácito de división de competencias. En el esquema inicial Gazzano y Astolfi dirigían las dos áreas profesionales que conformaban entonces el Centro de Asistencia al Suicida, el área médico-toxicológica y el área psiquiátrica-social, y la Comisión directiva se ocupaba de la administración.
Tampoco era frecuente la participación de voluntarios telefónicos en la conformación de la Comisión Directiva y esto queda manifiesto en actas posteriores en la que se propone incrementar su participación como una forma de incentivar su tarea. A medida que el servicio de asistencia telefónica a personas en crisis o con riesgo de suicidio va ganando centralidad entre los servicios asistenciales que presta la institución, este movimiento también se ve reflejado en la conformación de las sucesivas comisiones directivas.
El doble organigrama al que nos referimos antes, uno formal encabezado por la Comisión directiva y uno real dirigido por los encargados de las áreas profesionales, en realidad nunca dejó de estar presente. El área toxicológica dirigida inicialmente por el doctor Astolfi, perdió fuerza y finalmente desapareció a medida que el Centro de Asistencia al Suicida abandonaba su pretensión de brindar asistencia directa de tipo hospitalario a personas con intento de suicidio. Sin embargo, el área psiquiátrico-social, inicialmente a cargo del doctor Gazzano que entre otras tareas tenía a cargo el servicio de asistencia telefónica a personas en crisis o con riesgo de suicidio, fue ganando protagonismo y con el tiempo se transformó en el Equipo Técnico Profesional tal como lo denomina nuestro estatuto actual. Si bien, formalmente el Equipo Técnico Profesional depende de la Comisión Directiva y ésta a su vez es nombrada por la Asamblea de Socios, en la práctica el carisma y conocimientos profesionales de los sucesivos coordinadores del Equipo técnico-profesional, en general, siempre hizo que fueran escuchados y participaran activamente en la toma de decisiones institucionales. Incluso, en situaciones de crisis institucionales en que la administración formal parecía disolverse, siempre hubo un liderazgo informal que sirvió para cohesionar el grupo y superar la crisis.
La investigación
Entre los objetivos formales del Centro de Asistencia al Suicida figura en segundo término “Investigar los fenómenos etiológicos, ecológicos, psicológicos y sociológicos del suicida”. Es lógico que así fuera ya que aún hoy, el desconocimiento de ciertas problemáticas sigue viéndose como un importante obstáculo para la prevención. Si bien el suicidio es tan antiguo como la humanidad, siempre representó, y aún ahora representa un misterio del que es más lo que se ignora que lo que se sabe. Las preguntas básicas serían, por qué una persona llega a pensar en el suicidio o a cometer un acto suicida en algún momento de su vida y cómo puede superar o recuperarse de esa situación. No se trata simplemente de preguntarle a los afectados qué les pasó se trata de develar los causales profundos psicológicos o sociológicos que determinan que frente a circunstancias similares una persona genere pensamientos suicidas y otra no.
Antes mencionamos a la Universidad como otra de las instituciones cuya tradición pudo haber influido en la conformación del primitivo Centro de Asistencia al Suicida. No olvidemos que los doctores Gazzano y Astolfi fueron profesores universitarios, que el acto inaugural del Centro de Asistencia al Suicida se celebró en una universidad y que comenzó a operar en un hospital universitario. No es de extrañar que la investigación tuviera un valor y un protagonismo inspirado en el que tiene en la Universidad Argentina.
En este sentido, en un folleto de la institución de 1968 se lee:
“Se ha programado un servicio de folow up u back up y un registro estadístico social que controle los reintentos a los tres y seis meses, uno dos y cinco años. La tarea específica de coordinación de la investigación psiquiátrica social está a cargo de un grupo especializado, el cual también tiene a su cargo el contacto inter-institucional para dicha tarea. “
Sin embargo, la investigación científica seria requiere, además de decisión e intencionalidad, que al parecer no faltaban, de recursos que siempre fueron escasos en la institución. No tenemos registros de que este proyecto de investigación tan ambicioso se haya llevado a cabo alguna vez, y con el pronto abandono de la asistencia directa por parte del Centro de Asistencia al Suicida, la factibilidad de este tipo de estudios se vio notablemente disminuidas. El hecho de que la asistencia telefónica sea anónima, confidencial y sin seguimiento, limita enormemente los datos estadísticos sobre la problemática del suicidio que pueda aportar. Aun así, siempre se llevó algún tipo de estadística sobre los llamados recibidos que, sin embargo, resulta más útil para evaluar nuestro propio servicio que como evidencia de tipo científico.
El interés, por la problemática del suicidio y la prevención del suicidio, pese a todas estas limitaciones, nunca dejó de estar presente, aunque los estudios de campo dejaron de perseguir fines epidemiológicos para centrarse en aspectos más específicos de la asistencia telefónica a personas en crisis o con riesgo de suicidio. La experiencia que continuamente acumulan los voluntarios en esta tarea y que se comparte en las supervisiones y los cursos de entrenamiento para aspirantes no tiene la formalidad suficiente para ser considerado como trabajo de investigación científica, pero genera y actualiza al menos puertas adentro, los conocimientos necesarios para el mejoramiento continuo de nuestra tarea.
Paralelamente, el Centro de Asistencia al Suicida, asiste y participa continuamente de cursos, congresos, simposios y charlas sobre suicidología o prevención del suicidio donde comparte con otras instituciones este tipo de experiencias.
La tarea de difusión
El tercer objetivo que se plantearon sus fundadores para el Centro de Asistencia al Suicida puede parecernos hoy algo confuso: “Promover el mejoramiento y/o eliminación de las causas originales del suicidio, la rehabilitación del suicida y la especialización en esta nueva materia.” Se hace mucho más claro si lo miramos desde la óptica de la psiquiatría comunitaria. No olvidemos que para este movimiento, al menos muchas de las causas de la enfermedad mental debían buscarse en la comunidad y, por ende, los psiquiatras deberían salir de los hospitales para buscar y corregir las causas originales del sufrimiento de sus pacientes en las comunidades donde viven. Podría decirse que el movimiento de psiquiatría comunitaria al que Gazzano le daba tanta trascendencia como para considerarlo la “tercera revolución psiquiátrica” comparándolo con la aparición de los hospitales mentales a finales de la edad media o inicio del estudio y clasificación de las enfermedades mentales en el siglo XIX, es un movimiento de educación y difusión sobre prácticas de convivencia.
Tristemente, la realidad pareciera darle la razón a los postulados de la psiquiatría comunitaria. En las seis décadas que pasaron desde su aparición, la sociedad evolucionó en sentido contrario, los lazos familiares se hicieron más endebles, se instaló el individualismo y las relaciones interpersonales se volvieron más superficiales; paralelamente, la incidencia de problemas de depresión, ansiedad y otras enfermedades mentales se multiplicaron, como así también lo hicieron los índices de suicidio.
Sin embargo, no todo está perdido. Por supuesto que esta es una tarea titánica para una sola organización, pero hoy en día muchísimas organizaciones se plantean como objetivo principal impulsar un cambio social positivo que redundará, en definitiva, en un mejoramiento de la salud mental de las comunidades. En muchos aspectos estas asociaciones lograron cambios visibles que mejoraron la vida de millones de personas, especialmente aquellas que luchan contra la discriminación y la violencia en todas sus formas. Vemos también una mayor preocupación de la Escuela por asumir un papel activo en la enseñanza de habilidades de convivencia y del Estado en combatir la violencia familiar y sexual. Desde ya, siempre es mucho lo que falta, pero no debemos claudicar en nuestra voluntad de hacer del mundo un lugar mejor y más saludable donde vivir.
Desde el Centro de Asistencia al Suicida insistimos en promover las habilidades necesarias para asistir a otro que de alguna manera está pidiendo ayuda mediante la escucha activa y la contención. Esto no es una cuestión de profesionales, como así lo entendía el doctor Gazzano:
“[Las personas en crisis] necesitan, tanto como la ayuda psiquiátrica especializada, un contacto humano dado por quien está en condiciones y deseo de darlo.”
Si bien este es el concepto que sostuvo desde el principio y aún sigue sosteniendo nuestro servicio de asistencia telefónica, el alcance que esperaban los fundadores del Centro de Asistencia al Suicida de la promoción de estas habilidades iba mucho más lejos tal como se indica en una presentación de 1973.
“El voluntario telefónico se ha incorporado a la revolución no profesional dentro de la Salud Mental y cumple dentro de la institución un ciclo luego del cual se convierte en agente de salud mental dentro de su comunidad (hogar, educación, militancia política, trabajo, etc.).”
Este “ciclo” sigue cumpliéndose hoy en día, El Centro de Asistencia al Suicida forma año tras año a decenas de aspirantes en las habilidades de escucha activa aplicadas a la prevención del suicidio, algunos de estos aspirantes se incorporan a la institución como voluntarios telefónicos y realizan esa tarea durante un tiempo variable, pero todos, indefectiblemente, siguen participando de sus grupos sociales con habilidades nuevas.
Pero esta es solo una de las formas en que el Centro de Asistencia al Suicida influye positivamente en las prácticas de la comunidad. En la línea de asistencia al suicida se reciben también llamados de personas preocupadas por las ideas sobre el suicidio de familiares o amigos, quienes reciben un asesoramiento personal, confidencial y anónimo sobre cómo actuar en el trato de sus seres queridos, muchos colegios y otras instituciones también nos requieren asesoramiento y charlas sobre prevención del suicidio y los medios masivos de comunicación también nos convocan cuando la dinámica de la información requiere de un mensaje autorizado sobre la prevención del suicidio.
Todas estas tareas de difusión sobre la prevención estuvieron presentes casi desde los comienzos y de acuerdo a las posibilidades fueron realizadas con mayor o menor intensidad, pero la llegada de internet marcó un salto en nuestras posibilidades de difusión. Hoy podemos llevar nuestro mensaje a muchas más personas y en un modo más directo desde nuestra página web y desde las redes sociales.
Nos hemos dado cuenta que este objetivo de “Promover el mejoramiento y/o eliminación de las causas originales del suicidio” enseñando a las personas a escucharse y a contenerse mutuamente, que nuestros fundadores pusieron en tercer lugar, es en realidad el más importante. Si lográramos esa utopía, ya no haría falta que exista un centro de asistencia al suicida. Sabemos que es un objetivo inalcanzable, pero también sabemos que en el camino por lograrlo se pueden salvar muchas vidas y se puede mejorar la calidad de muchas más.
También nos hemos dado cuenta que la difusión de nuestra tarea es esencial para la propia existencia del Centro de Asistencia al Suicida. Somos una organización "de la Comunidad" y "para la Comunidad". Todos nuestros recursos humanos y materiales son aportados por la comunidad y todo nuestro trabajo está dedicado a la comunidad, sin esta tarea necesaria de comunicar a quienes tienen la voluntad de dar con quienes tienen la necesidad de ser asistidos, simplemente no existiríamos como organización. Pudimos aprender dolorosamente esta lección cada vez que por cualquier motivo no le dimos la atención debida a la difusión de nuestra tarea. Y también pudimos ver lo contrario cada vez que lo hicimos.
El futuro
Sabemos que el futuro es básicamente impredecible, pero sí podemos decir que es lo que queremos que suceda y como pensamos hacer para que nuestro deseo se haga realidad.
En primer lugar queremos que el Centro de Asistencia al Suicida crezca, en el único sentido que nos interesa crecer que es poder asistir cada vez a más personas con un servicio cada vez de mejor calidad, y para eso necesitamos de más voluntarios con más compromiso y una mejor formación. Sabemos cómo hacer esto porque ya lo estamos haciendo. El secreto es la difusión. Solo mediante la difusión podremos convocar a más personas con la capacidad y el deseo de ayudar y dirigir esa ayuda a más personas que pudieran necesitarla.
También quisiéramos que en ese crecimiento no se olviden nuestros objetivos fundacionales, que podríamos resumir en tres palabras: "asistir, aprender, difundir". Esto lo hemos hecho durante cinco décadas aun en circunstancias críticas por lo que confiamos en que sabremos seguir haciéndolo.
A partir de estas premisas, nada nos impide sumar más servicios y más tecnología a nuestra tarea. Nuestros fundadores hicieron uso del teléfono que para entonces era el medio de comunicación entre personas más avanzado y también de movimientos y teorías de vanguardia para su época como la psiquiatría comunitaria y los grupos operativos. No estaríamos siguiendo su ejemplo si no nos permitimos innovar. Podremos crear foros, asistir a consultantes por email o por chat, extender geográficamente nuestra cobertura mediante la telefonía ip u otras tecnología, formar voluntarios en otras ciudades mediante servicios de video-llamada u otros medios tecnológicos de educación a distancia, incluir conceptos novedosos tanto en la asistencia como en la difusión, armar redes de organizaciones parecidas a la nuestra en todo el mundo, participar de programas internacionales de investigación sobre las mejores prácticas en nuestra tarea, cuidando, eso sí, que en medio de todos esos cambios, no se pierda esa escena mágica y tan primitiva de un ser humano escuchando e intentando brindar contención a otro ser humano que lo necesita.