649 argentinos murieron en la guerra de Malvinas. Como toda guerra, un día terminó, los soldados volvieron a sus casas y la sociedad se ocupó de otros problemas. Pero el infierno no terminó para los excombatientes, muchos volvieron heridos o mutilados y casi todos con heridas emocionales, lo que los psiquiatras llaman trastorno de estrés post-traumático, un tipo de dolencia psicológica que no se cura con el paso del tiempo y que los lleva a repetir día tras día los horrores que les tocó vivir. A esto se le suma el abandono de una sociedad que no les dio los honores que merecían ni los tratamientos que necesitaban.

Durante mucho tiempo los llamados de excombatientes fueron una de las consultas más frecuentes en nuestra línea de prevención del suicidio. Aún así, desde el final del conflicto, más de 500 se suicidaron según fuentes extraoficiales (ver informe de Big Bang news), más que víctimas fatales del hundimiento del Crucero General Belgrano y casi tantos como todos los muertos en combate.

Muchas otras asociaciones y organizaciones sin fines de lucro se ocuparon y se ocupan de brindar ayuda y contención a los excombatientes, y hay que destacar la generosidad con que trabajan. Seguramente a ellos, como a nosotros, cada nueva víctima de suicidio nos duele y nos obliga a pensar que no estamos haciendo lo suficiente; pero no nos desanima, porque pensamos que la mejor forma de expresar solidaridad a nuestros compatriotas es brindando escucha y contención a quien lo necesite.

Las opiniones vertidas en estas notas no necesariamente reflejan posturas oficiales del Centro de Asistencia al Suicida y se publican bajo exclusiva responsabilidad de sus autores.