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Alberto Fernández Mateos

¿Qué hizo mal Nueva Zelanda en la prevención del suicidio?


Nueva Zelanda es conocida en el mundo por su extensa geografía, por la cultura maorí y por el rugby, pero hoy es noticia por un triste récord. El país encabeza una lista de suicidio juvenil en países desarrollados.

Lo que pasa en Nueva Zelanda nos interesa por varios motivos. Entre ellos, las similitudes culturales, marcadas por la extensa geografía o el origen colonial compartido entre ese país y el nuestro.

Saber lo que ellos hicieron mal nos puede ayudar a nosotros porque, tal vez, también lo estemos haciendo.

Tanto en Nueva Zelanda como en Argentina las políticas públicas de prevención del suicidio se reconocen como insuficientes, pero allí el tema se convirtió en preocupación social a tal punto que obligó a las autoridades a estudiar un programa de prevención del suicidio que ahora mismo está siendo sometido a discusión pública; mientras que en Argentina, aunque el suicidio juvenil es la segunda causa de muerte en ese grupo etario (muy por encima de la inseguridad), aún no figura entre los temas prioritarios de la opinión pública.

Otros factores de riesgo de suicidio juvenil que se identificaron como prioritarios en Nueva Zelanda también nos afectan a nosotros:

La pobreza infantil y los contrastes sociales que produce. Chicos que crecen en barrios carenciados mientras ven a pocas cuadras o en sus propias viviendas por televisión a otros chicos mucho más afortunados tan solo por haber nacido en otra familia.

El acoso escolar, que ha sido identificado por muchos estudios como el principal factor de riesgo de suicidio juvenil y que se ha extendido en forma alarmante tanto en Nueva Zelanda como aquí.

El maltrato familiar que también aqueja a ambos países.

Y, por último en esta lista aunque seguramente haya más coincidencias, la “cultura de hombres duros”. Los neozelandeses están orgullosos, y así lo muestran en su deporte favorito, de este aspecto central de la cultura maorí. Los jóvenes varones reciben una presión social para convertirse en el ideal de hombre casi salvaje y autosuficiente que se muestra en los partidos de rugby, cualquier muestra de debilidad masculina es despreciada. Tal vez por esto se suiciden muchos más varones que mujeres, aunque estas últimas son las que más piden ayuda.

Aquí no tenemos la cultura maorí ni el rugby es un deporte tan popular, pero en cambio tenemos al gaucho como ideal cultural, matrero, solitario y autosuficiente; que en la ciudad se convirtió en el malevo o el compadrito. Aunque los tiempos del gauchaje y el entrevero quedaron atrás, esa cultura machista de “hombres duros” subsiste en las bases mismas de nuestra cultura y sigue presionando a todos los jóvenes que no cumplan el estándar cultural.

Conocer lo que hacemos mal es el punto de partida para mejorarlo. Y de alguna manera, aunque aún deficiente, lo estamos haciendo.

El suicidio sigue siendo un tema intrascendente para nuestra opinión pública, pero sus factores de riesgo comienzan a importarnos. La pobreza y las desigualdades sociales sí ganaron trascendencia, también el acoso escolar, e indudablemente, hoy son mucho más aceptadas otras formas de masculinidad de hombres más sensibles y vulnerables.

Creemos que la forma de seguir avanzando en estos aspectos es el diálogo, la escucha y la tolerancia. La cultura de una sociedad no cambia de un día para otro pero, indudablemente, cambia.

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Las opiniones vertidas en estas notas no necesariamente reflejan posturas oficiales del Centro de Asistencia al Suicida y se publican bajo exclusiva responsabilidad de sus autor.


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