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Alberto Fernández Mateos

Viktor Frankl y las formas sutiles del suicidio


“Quién tenga un por qué para vivir encontrará casi siempre el cómo.”

La frase es de Nietzsche, pero adquiere una nueva significación al ser citada por Viktor Frankl, creador de la logoterapia.

Viktor Frankl desarrollo y comprobó su teoría en varios campos de concentración nazi donde estuvo prisionero. Aprovechó esta desafortunada circunstancia para estudiar las reacciones de la mente humana sometida a situaciones tan extremas. Al respecto escribió: “Desgraciado de aquel que no viera ningún sentido en su vida, ninguna meta, ninguna intencionalidad y, por tanto, ninguna finalidad en vivirla, ése estaba perdido”.

No hablaba específicamente del suicidio, aunque el suicidio era muy frecuente en los campos de concentración. Sino de una forma más sutil de suicidio que consiste en dejar de luchar por la propia vida; que también es frecuente hoy en día en diversos grados, pero que en los campos de concentración se veía muy facilitada. “El hombre tiene la peculiaridad de que no puede vivir si no mira hacia el futuro”, decía; y esta afirmación es tan válida dentro como fuera de los campos de concentración.

La diferencia fundamental entre la logoterapia y otras escuelas psicológicas de la época es que en lugar de indagar en la enfermedad o en los orígenes de la misma, busca reencontrar al paciente con su voluntad de sentido. Frankl considera que esta voluntad de sentido (querer encontrar sentido a la propia existencia) representa una dimensión independiente del ser humano que no se ve alterada por las circunstancias o por la enfermedad mental. Desde una óptica profundamente existencialista considera que “el hombre es un ser consciente que sabe que se proyecta hacia su propio porvenir”.

Que el paciente conozca y reconozca ese proyecto y se haga plenamente responsable de su realización es la base del tratamiento para la logoterapia. En este sentido es profundamente respetuosa de la libertad humana. No busca la supervivencia como un fin en sí mismo sino como un medio para lograr una vida plena consciente de su propio sentido.

Cuentan que Viktor Frankl les preguntaba directamente a sus pacientes más desesperanzados: “¿Y Usted, por qué no se suicida?” De esta provocadora pregunta formulada en el ámbito terapéutico surgían revelaciones importantísimas. Por mis hijos, mi trabajo, un proyecto inconcluso, otra persona, o tal vez tan solo un recuerdo de un tiempo mejor. No importa por qué sea, el trabajo del terapeuta consiste en tejer, junto al paciente, a partir de estos tenues hilos, un sentido sólido de la existencia. Logrado esto, lo demás es fácil porque, como dijimos antes, quién tenga un por qué para vivir encontrará casi siempre el cómo.

El 2 de setiembre se cumplirán 20 años de la muerte de Viktor Frankl y quisiéramos recordarlo como el psiquiatra que tanto ayudó a comprender la mente humana o, mejor aún, como un hombre que supo buscarle sentido a su propia vida.

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Las opiniones vertidas en estas notas no necesariamente reflejan posturas oficiales del Centro de Asistencia al Suicida y se publican bajo exclusiva responsabilidad de sus autores.


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