Nel Abbott se suicidó, o al menos es eso lo que todos dicen. Su hermana no escuchó sus súplicas, pero ahora tiene que viajar al pequeño poblado de su infancia para hacerse cargo de su sobrina al tiempo que lucha por tratar de comprender y por sobreponerse a sus propios pensamientos suicidas.
En otras ocasiones, desde el Centro de Asistencia al Suicida, cuestionamos alguna obra de ficción por el tratamiento superficial del tema del suicidio o por la justificación facilista que se acerca peligrosamente a la apología. No es el caso de la novela de Paula Hawkins. No hay nada noble ni heroico y ni siquiera útil a ninguna causa en el suicidio como lo cuenta la autora. Paula se anima a sumergirse en el sufrimiento humano, en ese barro nauseabundo donde nada tiene sentido. Llega a explorar la perplejidad, la culpa, el miedo y la desesperación. Sabe también salir del lodazal de las miserias humanas aferrándose al amor y a la escucha contenedora, que es, en definitiva, lo único que nos mantiene a salvo, y lo que siempre buscamos desde nuestra línea de asistencia al suicida.
“Escrito en el agua” no deja de ser un thriller psicológico apasionante con un final inesperado, pero lo más valioso de la obra no es su final sino el realismo con el que se describe en cada página la condición humana frente a la situación límite del suicidio, el suicidio del otro, los suicidios en cadena y también los propios pensamientos suicidas; mostrándolo con toda su crueldad pero señalando también que siempre hay una salida.
Las opiniones vertidas en estas notas no necesariamente reflejan posturas oficiales del Centro de Asistencia al Suicida y se publican bajo exclusiva responsabilidad de sus autores.