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Alberto Fernández Mateos

Amor y Límites: El camino para salir de la droga


Operadoras de la línea 141 del Servicio de Prevención de Adicciones del SEDRONAR nos visitaron el Centro de Asistencia al Suicida

La ideación suicida es transversal a todas las problemáticas sociales y, entre los llamados que recibimos en nuestra Línea de Asistencia al Suicida, las adicciones a sustancias están presentes con mucha frecuencia. Por eso, quisimos intercambiar conocimientos, experiencias y recursos con quienes, también desde el teléfono y en una tarea muy parecida a la nuestra, trabajan diariamente en la prevención de las adicciones a sustancias asistiendo a familiares, allegados y adictos.

La semana pasada recibimos a las licenciadas Cyntia Corsaro y Alicia Diaz de la línea 141 del Servicio de Prevención de Adicciones del SEDRONAR, quienes nos orientaron sobre la importancia del tratamiento en la recuperación de personas con consumos problemáticos de sustancias y los recursos disponibles tanto públicos como privados. Particularmente resaltaron el hecho de que el Estado Nacional y los Estados Provinciales cuentan con recursos suficientes para asistir a todas las personas que lo necesiten, por lo que la falta de dinero para afrontar un tratamiento no es una excusa válida.

Los problemas suelen ser otros: la negación por parte de la familia hasta que la situación escala a niveles intolerables y las resistencias del adicto a recibir tratamiento.

Es importante advertir a los familiares, especialmente a los padres de adolescentes o preadolescentes, sobre los problemas de naturalizar el consumo. En este sentido, el alcohol sigue siendo la sustancia más peligrosa por su amplia disponibilidad y su aceptación social. Muchos padres permiten y hasta acompañan a sus hijos en el consumo a edades en las que aún no están preparados fisiológicamente para tolerarlo. De este modo, los comportamientos adictivos ocurren en edades muy tempranas, migrando luego a sustancias cada vez más tóxicas.

Lo siguiente en este drama es un padre o una madre desesperado que llama al SEDRONAR porque su hijo o hija dejó el trabajo, cometió algún delito o incluso agredió a su familia. La respuesta para antes y ahora es la misma: amor y límites.

Alicia Diaz, recordando una metáfora del escritor y pedagogo Jaime Barylko, compara los límites con la acción de encender las luces de un auto que circula por una ruta oscura. Los límites impuestos desde afuera (la luz) no limita de ningún modo la libertad de acción del sujeto (el conductor), pero le permiten ver con claridad la situación, tomar decisiones acertadas y, especialmente, reducir la angustia que produce el ir a la deriva cuando se está en absoluta oscuridad. Los límites amorosos no son coercitivos ni implican abandono. Precisamente, porque amamos a la otra persona y nos importa su bienestar es que le mostramos las consecuencias de las acciones. Idealmente, los niños, niñas y adolescentes deberían contar con límites claros desde su infancia y con ejemplos sólidos que les permitan, luego, imponerse sus propios límites y tomar decisiones sensatas en sus vidas. Pero siempre y a todas las edades hay oportunidad de poner límites y estos siempre ayudan en la recuperación. Por ejemplo: los padres no deberían financiar la droga de sus hijos, los actos delictivos deben ser siempre denunciados, la violencia no se justifica en ninguna circunstancia y compartir un techo no debería implicar un riesgo para los demás cohabitantes. Sin embargo, todas estas circunstancias son frecuentes en los llamados a la línea 141 y también en la nuestra.

La adicción a sustancias, como así también la ideación suicida, no deben ser vistas como patologías individuales en las que la familia actúe como espectadores ajenos. Ambas son expresiones de dinámicas sociales y familiares en las que los otros siempre influyen por acción o por omisión. Las familias deberían dejar de tratar a sus parientes afectados como víctimas impotentes y devolverle, a partir de los límites, el protagonismo en sus propias historias de vida. Y esa es también la tarea del asistente telefónico al empoderar al adicto, a la persona con ideación suicida o a sus familiares.

Agradecemos a las licenciadas Cyntia Corsaro y Alicia Diaz por compartir con nosotros estas y otras reflexiones que nos ayudan a renovar el compromiso con la tarea común de la asistencia telefónica.

Las opiniones vertidas en estas notas no necesariamente reflejan posturas oficiales del Centro de Asistencia al Suicida y se publican bajo exclusiva responsabilidad de sus autores.


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