Reflexiones sobre el libro ¿Somos todos enfermos mentales? de Allen Frances
Vivimos en una época maravillosa en que el avance de la medicina y la farmacología pueden dar respuesta a la mayoría de nuestros problemas físicos y emocionales. Muchas personas que hace solo unas décadas hubieran sufrido padecimientos indecibles a causa de enfermedades mentales hoy pueden disfrutar de vidas productivas y felices gracias a estos adelantos.
Sin embargo, no todo es color de rosa. La prisa en la atención médica, las presiones de la industria farmacéutica y la irresponsabilidad de algunos facultativos pueden llevar a diagnósticos errados y a tratamientos farmacológicos innecesarios, perjudiciales y riesgosos.
Allen Francés, el director del manual de diagnóstico DSM IV, en su libro ¿Somos todos enfermos mentales? Nos advierte de estos peligros. Resumiremos aquí solo una de las historias que narra a modo de ejemplo:
Bob fue a la consulta médica en medio de un divorcio y una batalla legal por la custodia de sus hijos. No estaba enfermo, estaba angustiado por su separación y preocupado por el futuro de su familia. No necesitaba medicina. Solo necesitaba que alguien lo escuche, le brinde contención e incluso algún consejo práctico sobre cómo seguir adelante. En lugar de eso, el médico lo atendió unos pocos minutos que le bastaron para diagnosticarle depresión y recetarle psicofármacos. Nunca lo escucho, ni siquiera cuando Bob se quejó de los efectos colaterales, incluyendo sus ideas suicidas. Finalmente Bob sintiéndose incapaz de superar tantos problemas se suicidó ingiriendo las pastillas que supuestamente le brindarían alivio. La madre de Bob, después del suicidio de su hijo también acudió al médico, tampoco estaba enferma sino dolida por su perdida, pero también fue rápidamente diagnosticada de depresión y probablemente hubiera repetido la historia de su hijo si no hubiera reaccionado ante los primeros pensamientos suicidas. Luego de eso transitó su duelo en la forma tradicional, es decir, acompañada del afecto de su familia.
Alan Francés aclara que estos casos no representan a la psiquiatría en su conjunto, que, en general, resulta beneficiosa para los pacientes mejorando su calidad de vida. Denuncia estas prácticas solo para advertir a médicos y a pacientes de los peligros potenciales. Confía en que la mayoría de los psiquiatras son conscientes de la responsabilidad que implica su trabajo y no actúan como meros expendedores de recetas, que cuidan de sus pacientes y casi siempre pueden proporcionarle alivio.
No obstante, y ante el peligro que implica un mal diagnóstico y un tratamiento inadecuado, recomienda ser cauto y ante la menor duda solicitar un segundo diagnóstico independiente, en todos los casos siendo sinceros con el profesional, sin ocultar síntomas ni tampoco exagerarlos; y sabiendo de antemano que una pastilla nunca podrá reemplazar la escucha y la contención del profesional o de nuestros seres queridos, y que la función de un psicofármaco no es eliminar todos los síntomas sino aliviarlos para que la terapia y un estilo de vida emocionalmente saludable hagan el resto.
Si cree que está teniendo ideas suicidas a causa de un medicamento, busque otra opinión profesional y, como siempre, puede llamar a nuestra línea de asistencia al suicida.
Las opiniones vertidas en estas notas no necesariamente reflejan posturas oficiales del Centro de Asistencia al Suicida y se publican bajo exclusiva responsabilidad de sus autores.