En la ciudad de Toronto, Canadá, falleció Graciela Alderete, voluntaria y secretaria del Centro de Asistencia al Suicida durante largo tiempo.
Fue una mujer completa y afectuosa. Siempre se distinguió por tener un trato cálido y amoroso con todos los que la conocimos, y supo conservar amistades entrañables más allá de las distancias. La recordaremos con una sonrisa, pues así ella lo quería.
¡Estarás en mi corazón por siempre querida amiga! Nora.
Graciela ya no está entre nosotros, pero sigue acompañándonos con la comprensión, la alegría y la nobleza que supo compartir siempre. Carlos.
Mi recuerdo es de una persona muy cálida, serena y con una gran facilidad para empatizar con el otro; una persona profunda, sensible y amorosa. ¡GRACIAS POR SIEMPRE! Judit.
Recuerdo su sonrisa y cómo ayudaba a los compañeros cuando alguno andaba con algún problema. Siempre estaba ahí cuando uno la necesitaba. Conservo de ella el mejor de los recuerdos. Antonia.
Queridos míos qué grande y profunda es la plegaria, sobre todo, cuando nos une el servicio a la vida. Graciela cumplió ampliamente su voluntariado compartiendo su compromiso personal con humildad, en una etapa institucional muy difícil donde, con Carlos Boronat y Fernanda Azcoitía al frente, lograron que el Centro de Asistencia al Suicida viva. Yo le pido para todos la gracia de la humildad y la aceptación del otro que Graciela siempre nos regaló; al igual que su honesta entrega al servicio y a la vida. Estoy seguro de que desde el cielo ya nos está diciendo: “En qué los puedo ayudar”. Miguel.
Estos son algunos de muchos testimonios y recuerdos que despiden a Graciela, bellísima persona y modelo de las mejores aptitudes que definen el perfil del Voluntario del Centro de Asistencia al Suicida: sin egos personales ni luchas por figurar, con una gran humildad y una disponibilidad amorosa para prestar ayuda a los consultantes, a través del teléfono, y a todos nosotros. En otra nota de esta página mencionamos a Fray M. Menapace, quien dijo que en la vida tenemos tres tareas: amar, ser felices y dejar huella. Sin duda, Graciela dejo su huella.
Hoy la despedimos con tristeza por su temprana partida y con un enorme agradecimiento por haber dedicado parte de su vida a nuestra tarea. Y con ella homenajeamos a otros grandes que ya partieron, y a quienes hoy con su vocación hacen posible la misión del Centro del Asistencia al Suicida.