El mundo está recibiendo muchas malas noticias desde el inicio de la pandemia por Covid-19. La mayoría relacionadas con muertes a causa de la enfermedad para la cual no hay hasta el momento ni vacuna ni tratamiento efectivo. Uno de los grupos más expuestos es, como suele ocurrir con las enfermedades contagiosas, el personal sanitario, y en ese sentido no nos cansamos de insistir en la necesidad de proveerles entrenamiento, materiales y condiciones de trabajo que, aunque no eliminan el riesgo, pueden reducirlo. No obstante, el personal de salud que trabaja en las primeras líneas de la lucha contra el Covid-19 está también expuesto a otro riesgo que no siempre es tenido en cuenta: el impacto emocional de enfrentar en directo las consecuencias devastadoras de esta enfermedad.
Solemos pensar que enfermeros, médicos, enfermeros, e incluso el personal auxiliar de salud que trabaja en clínicas y hospitales, están capacitados para enfrentar la muerte de un paciente. Sin embargo, nadie está preparado para ver morir a tanta gente como ocurrió en los países en los cuales el sistema sanitario se vio colapsado.
Desde las instituciones que nos dedicamos a la prevención del suicidio solemos insistir en que no es correcto adjudicar el suicidio de una persona a una causa determinada (el suicidio es un fenómeno complejo por lo que relacionarlo con una casusa es una simplificación excesiva). También en estos casos debemos destacar que la inmensa mayoría del personal de la salud que intervino en la lucha contra la pandemia afrontó el trauma con sus propios recursos o con ayuda, pero sin recurrir a pensamientos suicidas. Sin embargo, no podemos ignorar que el estrés laboral, el miedo permanente a contraer una enfermedad potencialmente mortal o contagiarla a sus seres queridos, la angustia de ver morir a muchos pacientes, la impotencia de no poder hacer más, y el miedo a equivocarse en el cuidado de la vida de otras personas, generan, sin duda, un impacto emocional potencialmente peligroso.
Nosotros, desde el hemisferio sur, tenemos la ventaja invalorable de poder “editar la película”. A diferencia de muchos países que se vieron sorprendidos por una enfermedad muy contagiosa de la que se sabía muy poco y tuvieron que improvisar sobre la marcha sobre cómo prevenirla, cómo atender a los enfermos y cómo cuidar al personal de salud, nosotros sabemos qué es lo que puede suceder y contamos con más información sobre cómo minimizar los daños.
Por eso insistimos, entre las cosas que podríamos hacer mejor, no olvidemos la contención emocional de quienes están en la primera línea: desde el Estado, desde las instituciones sanitarias en las que trabajan, desde la comunidad de la que forman parte y, por supuesto, también desde nuestra Línea de Asistencia al Suicida.
Las opiniones vertidas en estas notas no necesariamente reflejan posturas oficiales del Centro de Asistencia al Suicida y se publican bajo exclusiva responsabilidad de sus autores.
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