La inseguridad, y específicamente las muertes a causa de la inseguridad, están entre las principales preocupaciones de los argentinos. No es para menos, más de 1600 personas mueren cada año a causa de homicidios tan solo en nuestro país. Más de 400.000 en todo el mundo. Resulta lógico que los ciudadanos se preocupen, que las políticas públicas orienten su accionar a la resolución del problema y que los medios de comunicación lo traten con la centralidad que merece. Lo que no parece coherente es que un problema que genera el doble de víctimas fatales cada año tanto en nuestro país como en el mundo no genere ni preocupación social, ni acciones de política pública proporcionales, ni un interés mediático similar. El suicidio es un problema ignorado y este hecho genera consecuencias reales en las políticas de prevención.
Las muertes por homicidio son un problema que preocupa a la sociedad desde tiempos inmemoriales, de hecho, por los datos de que disponemos, en el pasado los homicidios fueron mucho más frecuentes. Las tasas de mortandad por homicidio se ubican actualmente entre 0,5 y 2,0 en la mayoría de los países; pero en el siglo XV eran 40 veces mayores. Contrariamente a la impresión que nos dejan los medios masivos de comunicación, las muertes por la inseguridad bajaron mucho a lo largo de la historia, y este descenso se sigue verificando en las últimas décadas. El ensayista canadiense Steven Pinker, en su libro En defensa de la modernidad, atribuye esta brusca baja de los homicidios al surgimiento de las instituciones modernas. Aunque, seguramente, la preocupación social por reducir los homicidios también influyó. Es decir, las sociedades transmitieron a sus instituciones un claro mandato de mejorar la seguridad y eso fue lo que ocurrió. Contrariamente, las tasas de mortandad por suicidio bajaron muy poco en el mismo período y hoy duplican a los homicidios.
Entiéndase bien: no estamos diciendo que los homicidios no deberían preocuparnos. Acompañamos en el dolor a los familiares de víctimas de homicidio tanto como a los familiares de suicidas. Creemos que una sola muerte evitable es en sí misma una tragedia que debe ponernos en alerta para que estos hechos no se repitan. Solo pedimos que el mismo nivel de preocupación social y utilización de los recursos públicos se disponga también para afrontar el problema del suicidio que en realidad duplica la cantidad de víctimas.
Vivimos en un mundo más seguro que en el pasado en muchos aspectos. Hoy el principal peligro que enfrentamos somos nosotros mismos. La pregunta que podríamos hacernos es: ¿qué hubiera pasado si una presión social equivalente a la que se empleó para reducir los homicidios se hubiera dedicado a la prevención del suicidio? La historia jamás vuelve sobre sus pasos pero la experiencia del pasado debe servirnos para mejorar nuestro futuro.
Es lógico que los homicidios nos hayan preocupado más que los suicidios en el pasado. En primer lugar, en épocas pretéritas eran mucho más frecuentes; además los homicidios siempre se vieron como algo completamente externo sobre lo que no tenemos ningún control, en cambio solemos pensar que nosotros y nuestros seres queridos estamos a salvo del suicidio porque “nunca haríamos algo así”. Las investigaciones modernas y los testimonios de personas que pasaron por angustias profundas con pensamientos suicidas, que tuvieron que asistir a seres queridos con pensamientos suicidas o que sufrieron la pérdida de un familiar o amigo a causa de suicidio nos indican que en algún punto el suicidio comienza a sentirse como algo externo y fuera de control. Todos estamos expuestos a ese riesgo y el mejor camino para reducirlo es la prevención. Es decir: la promoción de valores y habilidades sociales para poder enfrentar las vicisitudes de la vida sin llegar a estas situaciones límite, o la asistencia directa a personas en crisis desde la escucha, la contención y la reflexión sobre alternativas de vida.
Estamos convencidos que una mayor consciencia social sobre la gravedad del problema del suicidio podría impulsar acciones públicas y privadas en función de la prevención. Los suicidios podrían bajar drásticamente como ocurrió con los homicidios en el pasado. Solo hace falta que nos preocupemos por ello y nos ocupemos en ello; que reclamemos acciones concretas a nuestras instituciones y estemos dispuestos a participar desde el lugar que nos toque en la sociedad. Si este cambio ocurriera, podríamos dejar a nuestros hijos un mundo más seguro también frente al riesgo del suicidio.
Mientras tanto, si usted está atravesando una situación límite en su vida y siente que necesita ser escuchado, no dude en llamar a nuestra Línea de Asistencia al Suicida.
Ver también:
Fuentes:
ourworldindata.org
Estadísticas vitales del Ministerio de Salud
En defensa de la modernidad deSteven Pinker
The severity of the suicide problem needs to be more widely recognized in order for the public to take action in amanda the adventurer