En el Centro de Asistencia al Suicida creemos que la vida siempre nos brinda nuevas oportunidades; y además creemos en el valor de la mirada, la escucha y la palabra para transformar las vidas de las personas. Aún así, siempre es grato encontrar ejemplos vivientes que nos dicen que esto es así.
Hace unos días, infobae publicó una historia que merece ser repetida por sus múltiples enseñanzas. Ver nota en Infobae.
Drew Goodall fue el orgullo de su familia. Sus padres siempre lo apoyaron para que siga su vocación. No podía hacer otra cosa más que cumplir con sus expectativas y triunfar en la carrera actoral. De hecho, su comienzo fue muy promisorio. Pero algo salió mal en el camino. No soportó la primera crítica negativa, se desmoronó, dejó la actuación y cayo en una profunda depresión. No podía volver a la casa de sus padres con el fracaso a cuestas. Casi sin darse cuenta se convirtió en mendigo. Su peor momento, según cuenta, fue cuando su amigo de la calle se suicidó. Drew pensó que ese podría ser su destino. Pero entonces ocurrió el milagro.
Una de tantas personas a las que Drew les pidió limosna en esa época lo miró, no como se mira a un mendigo sino como deberíamos mirar a cualquier persona y se preocupó por su situación: “Se tomó el tiempo de hablarme además de darme una limosna. Me dijo que la gente iba a la estación central a lustrarse los zapatos. Que por qué no lo intentaba”. Drew siguió el consejo, no porque antes no supiera que había lustrabotas en la estación central sino porque por primera vez en mucho tiempo sintió que alguien se preocupó por él.
El resto de la historia es anecdótico. Drew se convirtió en lustrabotas pero luego encontró la forma de transformar su nueva tarea en una actividad empresarial, llegó a ser millonario y en el camino ayudó a muchos mendigos ofreciéndoles un trabajo. Todo esto es mérito de Drew, no hay duda, pero no hubiera sido posible si en su peor momento no hubiera sentido que alguien creyó en él y se preocupó por su situación.
Pero esta historia esconde otra enseñanza. Podríamos preguntarnos: ¿no le dieron a Drew sus propios padres mucho más apoyo y estímulo que el desconocido que se acercó para darle una limosna? Seguramente sí, pero de un modo diferente. Los padres de Drew esperaban que su hijo llegara a ser un gran actor. Su apoyo y estímulo eran casi una exigencia. Drew cayó en depresión frente a su propio fracaso pero también por no poder cumplir las expectativas de sus padres. En cambio, el desconocido lo valoró como persona a pesar de su apariencia, no lo juzgó, no esperó nada de él, le ofreció su mirada, su escucha y su consejo desinteresadamente, respetando su dignidad y su libertad para decidir.
La historia de Drew Goodall es, fundamentalmente, una historia de superación personal de un chico valiente que decidió volver a confiar en las personas y darle otra oportunidad a la vida. También es una historia que nos muestra que la prevención del suicidio comunitaria funciona y tiene el poder de transformar vidas. Pero además nos dice como hacerlo: mirar al otro, valorarlo, no juzgarlo, escuchar lo que tiene para contar y, si después de todo eso, si queremos brindarle un consejo o una sugerencia, no pretender que lo siga o que cumpla de algún modo nuestras expectativas. Esto es lo que intentamos desde nuestra Línea de Asistencia al Suicida.
Las opiniones vertidas en estas notas no necesariamente reflejan posturas oficiales del Centro de Asistencia al Suicida y se publican bajo exclusiva responsabilidad de sus autores.
Poderosas historias de resiliencia frente al suicidio demuestran esperanza y apoyo, mientras que poppy playtime chapter 3 brinda a los jugadores una sensación de orgullo con su emocionante juego que captura la emoción de superar los desafíos, del mismo modo que los individuos pueden triunfar sobre sus momentos más oscuros.